¿Recuerda quié fue el donante?
Marian Benito
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Adicta al sexo
A una mujer de 35 años se le trasplantó el corazón de una joven prostituta muerta en una reyerta. En su testimonio, confesó que nunca le interesó el sexo de un modo especial. Desde el trasplante, sin embargo, deseaba practicar sexo con su marido todas las noches y necesitaba masturbarse dos veces cada día. Se aficionó a la pornografía y al striptease. Posteriormente descubrió la profesión de su donante.
El corazón es el órgano más carismático y fascinante del ser humano”, afirma el cirujano cardíaco Josep M. Caralps, autor del primer trasplante de corazón en España en el año 1984. Y a continuación, propone una tesis que ha revolucionado a la comunidad médica: “Es muy probable que el corazón genere sus propios sentimientos y emociones, cuyo transmisor es el cerebro.
Los electrones que tienen las células a su alrededor podrían producir ondas de muchos tipos, capaces de guardar en su memoria o difundir esta sabiduría del corazón. Esto lleva a pensar que este órgano todavía guarda muchas sorpresas. Una de ellas, las neuronas que se han encontrado en él. ¿Quién sabe si tienen una función más allá de la de simples células nerviosas que rigen la contracción del corazón y su sincronización?” ¿Y si hubiese muchas cosas que el corazón sabe y el hombre aún desconoce?
Recuerdos ajenos
Caralps justifica su conjetura (expuesta también en su reciente libro Supercorazón) en la inexorable memoria que él adjudica a las células; y como prueba, ofrece el testimonio de personas trasplantadas que han advertido cambios en su personalidad, curiosamente similares a los de su donante. “Mi conclusión más certera es que las células tienen una base intuitiva solo al alcance de personas cuya capacidad sensitiva les permite detectar algunos aspectos de la historia personal del donante almacenados en los tejidos trasplantados. El resto son especulaciones. Yo me limito a recoger las declaraciones.”
Una de las primeras personas que atizó esta polémica, que la mayoría de los científicos zanja casi antes de iniciarla, fue Claire Sylvia, una estadounidense trasplantada de pulmón y corazón en 1988, en el hospital de Yale. Su autobiografía, Un cambio de corazón, donde relata el giro masculino que dieron sus gustos, gestos y personalidad después de la operación, alentó a numerosos pacientes trasplantados que, bajo la batuta de profesores universitarios y psicólogos, se han empeñado en otorgar a las células su propio mundo mental.
Una de las personas que más indagó en ello fue el neuropsicólogo de la Universidad de Hawái Paul Persall, quien aseguraba que el corazón es cinco mil veces más poderoso que el cerebro. Entre los testimonios que recogió se encuentra el de un americano que recibió el corazón de un suicida y se mató trece años después del mismo modo que su donante. Indagando, se supo que tras la operación había buscado a la familia para agradecerles el órgano y acabó casándose con la viuda del anterior propietario de su corazón.
Incredulidad científica
Al doctor Rafael Matesanz, coordinador de la Organización Nacional de Trasplantes, todas estas historias le merecen una seria reflexión: “Respetando la sensibilidad que transmiten, en ningún caso debe otorgarse un ápice de credibilidad. Las insinuaciones de quienes interpretan estos relatos me parecen insólitas desde el rigor científico. Al narrar su experiencia, el paciente está haciendo un ejercicio de creación casi de fábula, digno de comprensión, puesto que un trasplante supone un momento de máxima emotividad. Si se trata de un corazón, este factor emocional es aún mayor. Es lógico que cuando el corazón de un hijo late en otra persona, sus seres queridos sientan que de algún modo continúa vivo”. Sigue leyendo