Por Carolina Palma F.
Si andas rondando los 40, años más o menos, seguramente recordarás que cuando niña recibías pequeños regalos, y estábamos lejos de exigir la muñeca que canta cien canciones o que nos llevaran a un parque de diversiones. La personalidad de los niños cambió, junto con sus peticiones y «necesidades», transformaciones que resultan abrumadoras para los padres, quienes se ven obligados a «entretenerlos» en vacaciones o fines de semana, con el respectivo costo para su bolsillo.
Así nos convertimos en expertos en juguetes, en lugares entretenidos y en películas infantiles. Según cifras de la Cámara de Comercio de Santiago (CCS), el monto de importaciones de juguetes en el primer semestre del 2010 llegó a 70.641.208 dólares; este año creció a 74.114.222 dólares, siendo los juguetes surtidos, los videojuegos y las bicicletas los más solicitados.
Todo esto en meses normales, porque si llegamos a la Navidad, nuestros gastos aumentan considerablemente. De hecho, la CCS reveló que si se promedia, cada familia chilena destinó alrededor de $135 mil adicionales para la compra de regalos o viajes asociados en la Navidad pasada, estimando que los gastos bordearían los $6.500 millones de dólares, de los cuales $1.440 millones corresponden a gasto extraordinario. En ese mismo sentido, de acuerdo a una Encuesta de Presupuestos Familiares del INE del año pasado, la CCS estima que los gastos en vestuario y calzado en diciembre aumentan alrededor de $39.000 por hogar, y en juguetes $21.000.
Sí, gastamos mucho en los niños, y si sumamos que el ítem vestuario es cada vez más importante, más aún. Porque la vestimenta infantil sufrió un cambio visible; ya no se trata sólo de rosado y fucsia para las niñas y celeste o azul para los chicos. Hoy lo que se ofrece (y que los niños buscan y exigen) es una gama de colores impresionante y diseños innovadores. Hay tiendas especializadas para niños de diferentes estilos –hasta rockero– con sus respectivos accesorios, básicamente cinturones, zapatos, pinches, lentes, bolsos e incluso mamaderas.
Entonces, ¿qué podemos hacer como padres? Lo importante es ser concientes de nuestra propia realidad económica.
El éxito de Kidzania
Para muchos papás, hay una gran diferencia entre regalar «cosas» materiales y una «experiencia» que permite desarrollar otras cualidades. Por esa razón Kidzania se convirtió en un ícono este año. En esta mini-ciudad, ubicada en Avda. Presidente Riesco 5330 (interior del Parque Araucano), los niños pueden convertirse en verdaderos bomberos, jueces, chef o policías, y a su vez aprenden sobre oficios, valores, cultura cívica, explotan su autonomía y creatividad. Este parque –que es una franquicia mexicana– se encuentra también en lugares tan lejanos como Tokio, Lisboa o Dubai, y en nuestro país el Ministerio de Educación le entregó el patrocinio porque representa un concepto que educación con entretención, la llamada edu-entretención.
«Hemos visto con Kidzania que el mercado infantil de entretención chileno es muy grande, porque ha tenido gran penetración, un crecimiento fuerte. La prueba es que el flujo de público en estos dos meses y medio llega a las 150 mil personas; de ellos, el 70% son niños y el 30%, adultos», explica Raúl Matte, gerente general de Kidzania Santiago.
La buena noticia es que los padres –o encargados de los niños– tienen también un espacio allí. No sólo esperan que se diviertan los pequeños, sino que presencian –a través de un vidrio– cómo ellos descubren y se desempeñan en diversas profesiones. Además, en las áreas comunes existen bancas, restaurantes diversos, puestos de cabritas, cafeterías y peluquería, junto con un «salón de papás» con computadores, Internet, libros, revistas, una pequeña sala de cine, y donde pronto se realizarán talleres o charlas, con el fin que los adultos combinen las actividades.
Ojo con la publicidad
Más allá de los centros de entretenciones que permiten vivir una experiencia diferente de vez en cuando, lo que complica a los padres actuales es que siempre deben mantener entretenidos a sus hijos, y con artículos de última generación para que no se sientan inferiores a sus pares. ¿El gran culpable? La publicidad que nos «ataca» desde que salimos de casa, en las calles, Metro, televisión, Internet, etcétera.
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