Por primera vez, y en un marco de seriedad, el tan meneado tema de reencarnación es abordado desde otra perspectiva. Y como una poderosa ola que recién comienza a gestarse en los Estados Unidos y Europa, se habla ya de que casi toda persona (con adecuado método inductivo, desde luego) está capacitada para viajar hacia sus vidas anteriores y resolver, simultáneamente, el origen de ciertas fobias, miedos, aversiones, insomnios y otros desórdenes psíquicos.
Según se cree en la actualidad, tras la muerte la materia humana se transforma en energía pura y puede cambiar a nuevos estados corpóreos manteniendo en su registro mnémico (o sea la memoria) «elementos» de su estado anterior. Albert Einstein solía angustiarse con una misma pregunta: «¿Adónde va la cantidad de energía que parece abandonar el organismo? Esta, creo, es una de las preguntas esenciales del hombre», reflexionaba el sabio.
Ocurre que el material genético, almacenado en los cromosomas, funciona como un banco de datos que alberga información de millones de años de evolución y la memoria de toda la especie. Pero entonces ¿Por qué no recordamos las vidas pasadas? Sigue leyendo