Los neandertales europeos estuvieron al filo de la extinción antes de la llegada de los humanos modernos.

Un estudio genético publicado en la revista Molecular Biology and Evolution pone de manifiesto que los neandertales desaparecieron de la mayor parte del continente europeo hace unos 50.000 años y que, posteriormente, un pequeño grupo recolonizó Europa central y occidental, donde sobrevivieron otros 10.000 años antes de que los humanos modernos entraran en escena. El estudio ha sido llevado a cabo por investigadores suecos y españoles en Uppsala, Estocolmo y Madrid, en el marco de un proyecto internacional en el que ha participado Juan Carlos Díez Fernández-Lomana, responsable del Grupo de investigación Arqueología Prehistórica de la Universidad de Burgos.

«El hecho de que los neandertales de Europa casi se extinguieran para luego recuperarse, y que todo eso sucediera mucho antes de que tuvieran contacto con los humanos modernos, fue una completa sorpresa para nosotros, ya que indica que los neandertales pudieron ser más sensibles a los dramáticos cambios climáticos que ocurrieron durante la última edad del hielo de lo que se pensó previamente», explica Love Dalén, del Museo Sueco de Historia Natural en Estocolmo. Sigue leyendo

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El líquido más perfecto del Universo.

El líquido más perfecto del universo no se parece en casi nada al agua. Se trata del tremendamente caliente plasma de quarks-gluones, que se comporta más como un líquido que como un gas. Se cree que esta exótica forma de materia estuvo presente durante los primeros microsegundos del Big Bang, y, también de manera natural, podría existir todavía en los centros de estrellas masivas distantes. Por medios artificiales, el plasma de quarks-gluones puede ser generado hoy en día en potentes colisiones de partículas como las desencadenadas en el LHC, del laboratorio europeo CERN. Sigue leyendo

El mordisco más letal del planeta.

Imagino que todos hemos disfrutado más o menos con películas como Parque Jurásico. A todos se nos puso el corazón en un puño cuando el temible Tyrannosaurus Rex entra en escena y empieza a perseguir a los protagonistas, lanzando dentelladas y embestidas, abriendo su imponente boca y enseñando todos esos mortíferos dientes que la adornan. Todos imaginamos que la mordedura de semejante leviatán debe ser tremenda, ¿cómo de fuerte era la mordedura de un T.Rex? Gracias a la investigación realizada por científicos de la Universidad de Liverpool y Manchester hoy tenemos la respuesta.

K. T. Bates y P. L. Falkingham han publicado su trabajo en la revista Biology Letters, la cual es editada por la Royal Society. El título del artículo es Estimating maximum bite performance in Tyrannosaurus rex using multi-body dynamics. Lo primero que han encontrado es que las estimaciones de la fuerza que el T.Rex pudo llegar a desarrollar con sus mordiscos estaban infravaloradas. Anteriormente se estimaba que la fuerza podía ir desde los 8000 Newtons(N), hasta los 13400 N, pues bien, tras el trabajo de Bates y Falkingham sabemos que en realidad el T.Rex podía llegar a desarrollar una fuerza con sus mordisco que va desde los 20000 a los 57000 N. Es posible que expresado así no seamos capaces de hacernos una idea de la fuerza que eso implica, veamoslo con una sencilla comparación. Sigue leyendo

El revisor fantasma y la tragedia del Expreso 421.

Jimmy Ángel

¿Quien era el extraño personaje que anunció la tragedia 3 días antes?

El 3 de enero de 1944 se produjo en León, España, uno de los mayores accidentes ferroviarios de la historia. En el interior de un túnel, colisionaron un tren correo, una locomotora en maniobras y un tren de mercancías. Un terrible desastre que se sale de lo normal porque tres días antes un extraño revisor, al que nadie conocía y que ningún testigo pudo ver bien su rostro, anunció la tragedia.

El 2 de enero de 1944 por la tarde-noche, el tren expreso correo 421, una locomotora americana con otra locomotora auxiliar y 12 vagones, salió de Madrid con destino a La Coruña repleto de gente que retornaba a sus hogares tras las fiestas navideñas y muchos militares que regresaban de permiso. No hay número exacto, pero el número se estima entre 800 y 1.000 personas. Sigue leyendo

Hallan en una tumba de Jerusalén la evidencia arqueológica más antigua del cristianismo.

Un examen arqueológico en una tumba intacta del siglo primero en Jerusalén ha revelado una serie de osarios de piedra caliza que están grabados con una inscripción en griego y una única imagen iconográfica, unos signos que, según los estudios llevados a cabos por los expertos, se identifican como «claramente» cristiano. De este modo, se ha hallado la evidencia arqueológica del cristianismo más antigua.

Así, los científicos han indicado que la inscripción griega de cuatro líneas en el osario hace referencia a que Dios «asciende» a alguien, mientras que la imagen tallada muestra lo que parece ser un pez grande con un hombre en su boca. En este sentido, el equipo de la excavación señala que esta figura evoca a la historia bíblica de Jonás. Sigue leyendo

Voces del Misterio: Lorenzo Fernández Bueno y los misterios de ‘Me llama poderosamente la atención’.

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Programa nº.303 de «Voces del Misterio», un programa ESPECIAL en el que se cubrió la presentación del libro de Lorenzo Fernández Bueno «Me llama poderosamente la atención» (Libros Cúpula / Planeta), una presentación en el que se habló del misterio de Dyatlov, el High Jump, las pirámides de Bosnia,el HUM,el Arca de Noé o de sirenas y el hombre-pez de Lierganes. Un amplio repaso de «Me llama poderosamente la atención» para el deleite de todos los amantes del misterio.

Voces del Misterio nº.310: ECM en invidentes, Hisperestesia, El día del Relámpago con J.J.Benítez.

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Programa nº310 de «Voces del Misterio» del 16 de Agosto de 2013, un programa en el que hablaremos de las Experiencias Cercanas a la Muerte en invidentes y personas sin vista. Hablaremos de la Hiperestesia. En la última parte y como tema estrella tocamos «El Día del Relámpago» con J.J.Benítez (presentación de su libro). Todo esto y mucho más en «Voces del Misterio»,¿te lo vas a perder?

*Un programa dirigido por Jesús García y Jose Manuel García Bautista.

http://www.ivoox.com/voces-del-misterio-n-310-ecm-invidentes-audios-mp3_rf_2256677_1.html

La terrible explosión del 18 de Agosto de 1947 en Cádiz.

El 18 de agosto de 1947 estalla un polvorín militar donde se almacenaban unas 1.600 cargas explosivas pertenecientes a la Guerra Civil Española y a la Segunda Guerra Mundial, compuesto por minas antisubmarinas, cabezas de torpedo y, en su mayoría, cargas de profundidad. Salvo 491 de ellas, que por circunstancias no aclaradas, quedaron intactas y no explosionaron, las restantes reventaron prácticamente al unísono, provocando la mayor catástrofe gaditana de la que se conserva memoria después del maremoto de 1755. En ella perecieron, oficialmente, 152 personas, y resultaron heridos un número sin determinar pero que asciende sin lugar a dudas a más de 5.000 heridos, dejando decenas de mutilados.

Las bombas llegaron a Cádiz en el año 1942 procedentes de Cartagena y fueron estibadas en dos almacenes próximos entre sí en las instalaciones de la Base de Defensas Submarinas de la Armada, sede también del Instituto Hidrográfico de la Marina. Durante el traslado ya se observaba que el estado de las mismas era a todas luces preocupante, pues su aspecto exterior evidenciaba un gran deterioro, con pérdida de materia y exudación. El peligro que suponían era tan palpable que no existía un arsenal lo suficientemente amplio y seguro donde guardarlas. Como mal menor se decidió su traslado desde el puerto de Cartagena hasta Cádiz, donde debían aguardar a la adecuación de unos terrenos adquiridos en la Sierra de San Cristóbal, que era una zona de cuevas artificiales originadas por prospecciones mineras situada cerca de Jerez de la Frontera. Ese lugar se llamaba o se llamaría «Rancho de la Bola». Pero durante su permanencia «provisional» en un lugar como Cádiz, que no reunía condiciones para tal fin, y que se prolongó durante cinco años aconteció la tragedia.

Eran las diez menos cuarto de la noche del 18 de Agosto de 1947. El reloj del Ministerio de la Gobernación llevó por los receptores de radio, hasta los gaditanos, el sonido pausado de la segunda campanada. La ciudad se iluminó con un resplandor rojo vivísimo. De la bahía una inmensa columna de humo se abrió sobre el cielo sin luna de aquella noche trágica y un horrible estampido atronó el espacio. Se sintió una trepidación violentísima, a manera de seísmo. Una deflagración provocada por unas 300 toneladas de trilita que ensordeció y aterrorizó a la población, destruyó todos los cristales de las casas y asoló zonas densamente pobladas, causando la muerte de un centenar y medio de habitantes, decenas de mutilados y miles de heridos de diversa consideración.

La onda expansiva impactó de una forma directa y extremadamente violenta contra los barrios próximos de San Severiano, la Barriada España y Bahía Blanca, destruyendo además por completo los Astilleros de Echevarrieta y Larrinaga y el Hogar del Niño Jesús, donde las Hermanas de la Caridad cuidaban a decenas de niños asilados y expósitos, muchos de ellos huérfanos de padre y madre. Tras ellos, todo Cádiz sucumbió al estruendo.

Por entonces, la población de Cádiz ascendía a unos cien mil habitantes residentes en su mayoría en el casco antiguo de la localidad, separados del extrarradio, donde se originó la explosión, por el Frente de Tierra que afortunadamente pudo amortiguar el empuje de la onda, evitando así que los daños y las víctimas fueran mayores. El vergonzoso suceso cogió a todos por sorpresa aunque después se alzaron muchas voces, como suele ocurrir, vaticinando de manera tardía lo que acababa de acontecer. El propio alcalde, Francisco Sánchez Cossío, ignoraba la existencia del polvorín ubicado a unos quinientos metros de su Ayuntamiento, lo cual no deja de ser increíble no sólo por su cercanía, sino por cuanto su antecesor en el cargo, Fernando de Abarzuza y Oliva, presidente del consistorio entre 1940 y 1942, sí tenía constancia de la existencia del depósito de minas, habiendo incluso intentado por parte de las autoridades militares que lo trasladasen a otro lugar más apropiado.

Una gruesa columna de fuego que se elevaba a considerable altura tiñendo el firmamento de un fuerte color anaranjado. La parte superior se transformó en un inmenso hongo del que brotaban miles y miles de partículas incandescentes. Simultáneamente trepidaron todos los edificios de la ciudad, absolutamente todos, y atronó el espacio una detonación seca y de tan enorme intensidad y resonancia que, según supimos después, fue escuchada en todos los pueblos comarcanos y otros de las provincias de Sevilla y Huelva. Las radios y la prensa nos dijeron después que habíase percibido, claramente, en Lisboa, causando en todas partes gran conmoción y alarma. Tal fue la fuerza de la expansión de los gases. Revista Brisas (Septiembre 1947)

La deflagración de 1.100 cargas de profundidad, minas antisubmarinas y cabezas de torpedo en el Almacén Nº 1 de la Base de Defensas Submarinas de Cádiz produjo un enorme hongo de humo y polvo, seguido de un enrojecimiento del cielo visible desde toda la Bahía de Cádiz, Huelva y algunos pueblos de Sevilla, y cuyo ruido atronador fue oído hasta en la propia capital andaluza. El fogonazo fue tan espectacular que pudo ser contemplado incluso desde el acuartelamiento militar español ubicado en el Monte Hacho (Ceuta).

De inmediato se fue la luz en toda la ciudad, enmudecieron las líneas telefónicas y se produjo el corte en el suministro de agua por daños en la tubería general de abastecimiento. Se sumaban, por tanto, a la desgracia la incomunicación con el exterior, la falta de visibilidad para las labores de socorro, la carencia de agua para apagar los numerosos incendios que devastaban los astilleros y los alrededores de la base militar y la descoordinación de quienes, evidentemente, no estaban preparados para una emergencia de tal envergadura.

En el momento en que tiene lugar la explosión no se sabe a ciencia cierta cuál puede ser la causa de ésta. Muchas fueron las hipótesis, al menos durante algunas horas: un fenómeno de la naturaleza tal que un meteorito (eso se pensó al otro lado de la Bahía), que había explotado un gasómetro de la fábrica del Gas, que hubiesen estallado los depósitos de la CAMPSA o quizás la santabárbara de algún buque de guerra surto en el puerto, tal vez los Astilleros o tal vez algún polvorín. En aquel momento nadie tenía entera seguridad sobre cuál fue el desencadenante de la tragedia (al menos, nadie que se hallase fuera del recinto de la Base de Defensas Submarinas).

El terror paralizó los ánimos, y ni siquiera se produjeron, en aquellos momentos casos de tribulación colectiva. Fue un momento de incomprensible serenidad. Así reaccionó Cádiz entero en aquellos minutos inmediatos a la explosión. Fue como una sensación de muerte. Una muchedumbre que no sabía lo que pasaba en aquellos instantes decisivos ponía sus esperanzas únicamente en algo sobrenatural que los salvase de perecer. Después, en la cerrada oscuridad de la noche, sin agua, sin medios de defensa, un horrible desfile, que sobrecogía el ánimo, de heridos que caminaban como autómatas, sin saber adónde. Y de vez en cuando, un nombre, el de una persona que en angustiosa interrogante se clavaba en el aire negro, lanzado por labios que llamaban a un ser querido.

Y luego, a las tinieblas de la noche, se unió el patetismo de los gritos de auxilio y la tarea macabra de extraer de entre los escombros, los cuerpos maltrechos, desfigurados, rotos en la placidez de su vida habitual, por un latigazo de destrucción que les arrojó a la muerte o les hizo prisioneros del dolor físico y mental.

Hubo como un crujir de cristales, ruidos de puertas, cierros y balcones, miradores que caen, muros que se desploman con estrépito, sepultando personas, destrozando enseres. Un gentío que corría despavorido por calles y plazas, pasado el primer instante de inconsciencia, atropelladamente, lanzando ayees de dolor, gritos de angustia, voces de socorro.

A la luz de los reflectores de los primeros coches y camiones que acuden en socorro de los heridos, sin saber siquiera dónde van, se ven caras ensangrentadas. El faro de un coche ilumina la terrible escena que ofrece un cuerpo muerto, junto al que llora una mujer y unos niños. Una luz de carburo a la puerta de un hospital guía los pasos de aquel otro hombre que lleva en los brazos, con un destello de esperanza, sin saber la triste realidad, el cadáver de su hijo.

Cádiz está sin comunicaciones telefónica, ni telegráfica. Las líneas han sido destrozadas. La tubería general del abastecimiento de agua también ha sufrido importantes averías. Y próximo al muelle pesquero, a la entrada del Barrio de San Severiano, como consecuencia de la terrible explosión, se han incendiado los talleres de los Astilleros Gaditanos de Echevarrieta y Larrinaga. Pronto son un ascua, aumentando la tragedia. Se forma en ellos otro gran incendio cuyas columnas de humo y fuego se divisan desde larga distancia.

Acuden fuerzas del Ejército, de la Marina, de Infantería de Marina, al lugar del siniestro, y comienza la penosa tarea, en medio de la oscuridad, que sólo a instantes rompen los haces de luz que lanzan los reflectores de los barcos de guerra surtos en el puerto, y algunos faroles de aceite, de extraer cadáveres de entre los escombros, en un afán generoso de salvar vidas.

Hay un depósito de bombas que puede estallar, que está en inminente peligro. Sus envolturas están ya calientes. Y aquellos hombres consiguen, en un esfuerzo sobrehumano y heroico, aislarlas evitando así la segunda explosión, que hubiese aumentado en proporciones definitivas para Cádiz la catástrofe que ha sufrido la Ciudad. El Alcalde de Cádiz, Don Francisco Sánchez Cossío, llegó a la Casa Consistorial diez minutos después de las 10 de la noche. Desde ese momento, en los portales del Consistorio Municipal se ha instalado el Cuartel General para la defensa de la Ciudad en peligro. Desde allí se cursan las órdenes necesarias. Enlaces establecen contacto con la Emisora Transradio para que lleven y reciban órdenes y peticiones de socorro y los mensajes de los que se aprestan a acudir en ayuda de Cádiz. Desde allí se disponen los primeros socorros al barrio siniestrado: médicos, ATS y elementos civiles son distribuidos.

El Almirante, Capitán General del Departamento Marítimo, Don Rafael Estrada, también está desde los primeros momentos en el lugar del siniestro, dispone lo conveniente, dentro de la esfera militar de su jurisdicción, para evitar mayores proporciones a la catástrofe, para socorrer a los heridos.

En el Gobierno Civil, el Gobernador interino Don Antonio Fernández Pernía recibe en aluvión el ofrecimiento de toda la Falange, que está allí, presta al servicio. El los envía al Alcalde que ha asumido la superior capitanía del elemento civil.

A las dos horas, empiezan a llegar los socorros de los pueblos y ciudades próximas. La noche es angustiosa. Nadie sabe las proporciones de la catástrofe, exactamente, nadie se imagina que es tan grande. Los ojos se dirigen al cielo como queriendo arrancar de él el primer rayo de luz de la aurora.

El enorme estruendo provocado por la deflagración movilizó inmediatamente a las autoridades militares, mandos intermedios y marinería del acuartelamiento afectado, que en ese momento se encontraban fuera de la instalación. La reacción espontánea e intuitiva de dirigirse todos al punto donde se originó la explosión evitó que el nivel de destrucción hubiera sido mucho mayor.

Pero la acción verdaderamente más memorable de la noche se debió a la actitud heroica de un militar de rango a cargo de una improvisada tropa de marineros de reemplazo que, a riesgo de sus vidas, evitaron la explosión del Almacén de Minas Nº 2 que, recordemos, no llegó a estallar, pues sólo lo hizo el primero. En dicho almacén, que albergaba unas 98.000 toneladas de trinitrotolueno (TNT), se había declarado un incendio cuyas llamas tocaban a una hilera de minas antisubmarinas que suponían riesgo de una segunda explosión. El entonces Capitán de Corbeta Pascual Pery Junquera junto a un reducido grupo de marineros consiguió extinguir ese incendio empleando para ello los propios escombros y la tierra en que se habían convertido las instalaciones militares. El hecho fue providencial, aunque su importancia se fue diluyendo con el tiempo ante la gravedad de semejante acontecimiento y la prioridad del estado español de acallar el asunto y minimizar su importancia por cuanto suponía de descrédito para el gobierno y el ejército. Mientras Pery se batía con el incendio, por las calles de Cádiz se iban voceando instrucciones a la población para que ésta, abandonando sus casas, se dirigiera hacia las playas cercanas ante la posibilidad de una segunda explosión que nunca tuvo lugar. Por último, y con el fin de asegurar el perímetro, voluntarios de casi todas partes colaboraron para desplazar un vagón de tren cargado de explosivos que estaba parado sobre las vías de la terminal de la estación en plena zona de riesgo. A pesar de las dimensiones y del peso del transporte y de la carga, consiguieron empujarlo con sus propias manos hasta dejarlo a la altura del Palacio de la Diputación Provincial. Poco antes de medianoche se había logrado conjurar el peligro y de forma inmediata comenzaron las labores de socorro.

Sin embargo, otros testigos aportan noticias contradictorias referentes a ese hecho. Según Micaela Cantero, hija del coronel Joaquín Cantero Ortega que en 1947 ocupaba el cargo de jefe del Polígono de Costilla, la antigua escuela de tiro. Recuerda la hija del militar que :»La noche del 18 de agosto el Coronel Cantero estaba con su familia pasando la velada en la terraza del Hotel Playa, desde donde se escuchó la explosión. Al poco llegaría al Balneario un piquete de la Marina reclamando la presencia de Cantero Ortega en la Base de Defensas Submarinas, según lo ordenado por el Almirante Estrada. Hasta allí se trasladó con urgencia. El almirante Rafael Estrada le pidió que inspeccionase la zona atendiendo a que él es uno de los mejores balísticos del país. Mi padre reclamó una linterna y dos voluntarios y se dirigió hacia el almacén que no había estallado. Allí vio una bomba de reloj que estaba defectuosa, procediendo a apartar la espoleta y la pólvora guardada en la nave a fin de evitar nuevas explosiones, volviendo después ante el almirante y comunicándole que ya no había peligro de explosión. Al poco de terminar llegó Pascual Pery Junquera mostrando su intención de bajar al almacén número 2. A pesar de que mi padre le dijo que ya no hacía falta entrar, él siguió su camino. Pero lo verdaderamente cierto es que allí ni había fuego alguno ni se corría peligro de una nueva explosión tras la acción de mi padre».

¿Qué sucedió realmente?

Pocas horas después de producirse la explosión se inicia un procedimiento judicial con el objetivo de investigar a fondo el suceso y determinar sus causas, sus consecuencias y sus responsables, en medio de un ambiente social aturdido y crispado por el luctuoso acontecimiento y sus secuelas, que reclamaban justicia y reparación. Pero dado lo comprometido del caso y la titularidad estatal del arsenal, la justicia civil es obligada a inhibirse en la justicia militar, imaginamos que argumentando la confidencialidad de la información manejada y la gravedad de los hechos objeto de investigación, que atañen a la seguridad de la nación. En este traspaso de competencias se desvanece el asunto, sobre todo tras declararse el incendio que de manera fortuita calcinó los archivos de la Marina en San Fernando, donde se hallaba almacenada la mayor parte de la documentación. De toda la investigación civil quedó algo, muy poco, en los archivos del juzgado de Cádiz, pero que alberga pocos datos aclaratorios. Quizás la desclasificación de los archivos personales del General Varela aporte algo de luz sobre la oscuridad que hace 60 años se cierne sobre el suceso.

Se afirma que nunca hubo un verdadero interés en aclarar el suceso y que el proceso de investigación se ralentizó y silenció todo lo posible, hasta la publicación de unas conclusiones finales que no satisficieron a nadie: los investigadores de la catástrofe concluyeron que la explosión del almacén de minas Nº 1 ubicado en la Base de Defensas Submarinas de Cádiz se produjo por causas no determinadas aunque ajenas a los explosivos. Este proceso dio lugar al sobreseimiento provisional de la causa.

Fuente y más información: Cadizpedia.es
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La aparecida del Aljarafe sevillano | Sevilla Directo

Nuestro compañero Jose Manuel García Bautista relata la estremecedora historia, en Sevilla Directo (SD) de «La aparecida del Aljarafe sevillano», no te lo pierdas, leelo en: http://www.sevilladirecto.com/la-aparecida-del-aljarafe-sevillano/

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