Los antiguos egipcios eran grandes astrónomos con excelentes conocimientos sobre los astros, los movimientos solares, los ciclos de la Luna y el Sol, el desplazamiento de estrellas, planetas y constelaciones. Eran en suma unos consumados observadores del cielo que había tenido siglos para perfeccionar su técnica.
Así eran los herederos naturales del saber astronómico –y astrológico- de las antiguas culturas mesopotámicas. Sin embargo también hay voces que opinan que los sacerdotes egipcios no comienzan a sentir un interés por las casas astrales hasta el siglo II a.C. cuando ya la Esfinge llevaba mucho tiempo erigida…
La aparición de las “casas zodiacales” aparece como concepto por primera vez hacia el 1500 a.C., sus nombres sería aportados por las antiguas culturas helenísticas hacia el siglo IV a.C. Fueron griegos y romanos quienes bautizaron a las estrellas y planetas con los nombres de sus dioses o de los animales de su cultura y mitología, así nacieron: Acuario, Centauro, Capricornio, Géminis, Leo…
Las constelaciones recibieron esos nombres por una interpretación realizada por un observador en la Tierra, no por que un punto de vista astronómico. De tal forma que se formaban figuras imaginarias uniendo las estrellas con líneas sin tener en cuenta ni su intensidad, ni su posición real en el universo o la distancia entre si o con la Tierra.
Era un concepto de formación de imagen imaginaria totalmente arbitrario y regido por la estética de esos pueblos. Así pues también parece improbable que los astrólogos egipcios imaginaran las mismas formas que griegos o romanos o que llamaran de la misma forma a un conjunto arbitrario de estrellas denominadas como “León” u “Orión”.
Horóscopo y zodiaco
Pero hay nuevas sorpresas… hacia el segundo milenio a.C. el cielo lo regía Aries, el carnero, que además era el animal sagrado del culto a Amón-Ra. Dos milenios más atrás (hacia el 4000 a.C.) el animal que predominaba en el cielo era Taurus, el toro, curiosamente figura de la mitología y liturgia egipcia… Pero que también encontramos esos mismos paralelismos en otras culturas como la Creta minoica del Mediterráneo o en el Indostán… A todos se nos viene a la cabeza el famoso Minotauro o el Becerro de Oro en la Biblia… Precisamente hacia ese tiempo… ¿Una nueva casualidad? Me temo que no.
El carnero, nuestro primer ejemplo, es otra muestra de ello. Era venerado en la antigüedad, era el símbolo de la virilidad, hay referencias al carnero mitológico como el vellocino de oro, o el uso de su piel en las liturgias religiosas o mágicas.
Con todo ello es como si hubiera habido una raíz común en la difusión del conocimiento, de las “casas zodiacales” (¿quién sabe si de algo más? De un saber ya perdido) que se transmitió a diferentes culturas en diferentes ubicaciones geográficas en el mundo, un saber común, una raíz común de un pueblo origen ya desaparecido y que pervivió en su integración, o creación, de otros nuevos pueblos y nuevas culturas o civilizaciones. La idea, cuando menos, es sugerente.
Es uno de los últimos trabajos del autor en: “Egipto Misterioso”.