
Por Jesús García
Rutas: Jose David Flores, Jose Manuel García Bautista y Jesús García Jiménez
Hacía algunas semanas que no volvíamos a realizar la visita e investigación al geriátrico abandonado situado a la entrada de Alcalá de Guadaíra, un lugar donde seguía retumbando en el recuerdo aquella “posesión” que sufrió nuestra amiga y sensitiva Fernanda, durante la cual empezó a relatar las penalidades que supuestamente pasó una de las internas en aquel edificio, durante el tiempo en el que estaba activo. El momento, como ya contamos en un artículo anterior, fue de mucha tensión no sólo por lo que pudo vivir y somatizar nuestra amiga, sino por la reacción de las personas que nos acompañaban, las cuales podían casi sentir esa misma emoción negativa, esa pena que les embargaba sin que supieran exactamente de dónde procedía, o por qué tenían que sentirla. A veces, durante las investigaciones que se realizan en lugares donde nos requieren, este tipo de cosas nos pasan y dejan una profunda huella durante el tiempo en el que estamos realizando las pesquisas, hasta tal punto que en muchas ocasiones nos vemos obligados a terminar esa jornada, y retirarnos para descansar. No quiero ni pensar lo que puede representar para la mente de alguien que siente esa emoción dentro de su mente, pero que sus sentidos normales no perciben absolutamente nada; al lógico estado de contrariedad que sufriría la mente consciente, debemos añadir las vivencias casi como una hemorragia de energía sin parangón que llega desde no se sabe dónde, pero que no puede evitar en ese momento.
Pues como decíamos, encaminamos nuestros pasos… bueno, nuestros vehículos en dirección hacia un sitio sobre el que tenemos una especial atracción porque estamos seguros que todavía guarda mucho más de lo que ha mostrado hasta ahora, que no es poco. Y cuando llegamos hasta la explanada que nos sirve de aparcamiento improvisado, ya en las sombra y con el cielo encapotado, nos recibía de la forma más fría posible lo que va quedando de dicha edificación abandonada. No podía dejar de mirar aquella fantasmal figura que definía su estructura, con el resplandor de las luces amarillas que desprenden la ciudad cercana de Alcalá reflejadas en unas nubes bajas amenazantes. Aun así, y armados del valor que nos da el hecho de poder contactar con otras formas de vida, con otras dimensiones, nos animaba a dar paso tras paso, subiendo la leve ladera que nos lleva hasta el montículo donde está ese edificio.
Frío y… Compañía Sigue leyendo →
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