Por Jose Manuel García Bautista
En el 117 de Ocean Drive, en Amityville (New York) se levanta una de las más terroríficas casas del mundo.
A pesar de la bonita barandilla de la terraza y de la imagen de placidez que ofrece actualmente con su fachada blanca y sus aires coloniales holandeses, se dice de ella que es una casa dominada por el espíritu del mal.
En el año 1974, habitaba la casa la familia DeFeo, formada por nada menos que siete miembros: Ronald y Louise, de 44 y 43 años respectivamente, y sus cinco hijos, Ronald Jr, conocido como Butch o Ronnie, de 23, y Dawn, Allison, Mark y John, entre 18 y 9.
El 13 de Noviembre hacia las 3:15 de la madrugada, Ronald Jr cogió un rifle Martin 336C y disparó a los restantes miembros de su familia mientras dormían en sus camas. Se duchó y se cambió de ropa, deshaciéndose de ella y del arma de camino al trabajo.
Hacia las 18:30, fue al bar y le dijo a a Joe Yeswit que habían disparado a su familia. Llamaron a los servicios de emergencia. Cuando llegaron, los cuerpos yacían boca abajo, con los brazos en cruz, mostrando claramente los tiros recibidos en la espalda. Todos salvo Louise, a quien había disparado en la cabeza.
Ante las preguntas de la policía, Butch alegó que había salido temprano para el trabajo y apuntó como posible autor a un asesino a sueldo de la mafia llamado Louis Falini, por lo que fue llevado a la comisaría por su propia seguridad.
Pronto, los agentes vieron que las horas no cuadraban y, al día siguiente, Ronald confesó haber sido el autor de los asesinatos.
La policía encontró su ropa manchada de sangre y el rifle metidos en una alcantarilla, así que le condenaron a seis condenas consecutivas de 25 años en vida aunque en el juicio afirmó que unas voces le habían ordenado hacerlo.
Actualmente cumple condena en el Green Haven Correctional Facility de Beekma, New York, y se han rechazado todas sus peticiones de libertad condicional.
El juicio finalizó el 21 de Noviembre de 1975 y menos de un mes después el matrimonio Lutz compra la casa por 80.000 dólares.
Con seis habitaciones, tres baños, garaje para dos coches, piscina climatizada, un amplio jardín y una caseta para las barcas además de un embarcadero, era un buen lugar para vivir.
Los Lutz fueron informados de lo ocurrido por la inmobiliaria, pero no les importó: era la casa de sus sueños. Así, George y su esposa, Kathy, se instalaron en ella el 18 de Diciembre con los tres hijos de ella, Christopher, Danny y Missy. Pero la felicidad duraría apenas 28 días, que es lo que tardaron en marcharse.
En su primer día en la casa, le pidieron al padre Pecoraro para que bendijera su nuevo hogar. Al entrar en una de las habitaciones, el sacerdote escuchó una voz que le espetó “¡Fuera de aquí!”.
Aunque continuó bendiciendo la casa, rechazó la invitación para comer que le hizo la familia y se marchó lo más rápido que pudo. Aquella madrugada, un golpe en la puerta principal despertó a George. No era nadie, aunque las puertas del embarcadero se movían a pesar de que él mismo las había cerrado. Ese fue el comienzo.
Los Lutz detallaron todo tipo de fenómenos paranormales. Los incidentes con el cuarto de la costura eran comunes, sustancias extrañas en paredes y sanitarios, incluso en las cerraduras, que los expertos calificaron de ectoplasma, e incluso incidentes vividos por otros familiares que estuvieron de visita en la casa.
George detalló episodios de levitación en el sueño de Kathy, acompañados por marcas físicas como encanecimiento del pelo, arrugas y quemaduras. Ninguno quiso ir al médico: ¿cómo iban a explicar las condiciones en que se habían producido esas lesiones?
Y luego estaban aquellas presencias. Por una parte, Jodie, un demonio que, según los demonólogos, adoptó la apariencia de un cerdo para comunicarse con Missy.
Kathy un día la vio salir del cuarto de la costura con aire ausente y comenzar a hablar con Jodie, un cerdito amigo suyo que sólo ella podía ver. Esa noche George volvió a despertarse a las 3.15, como empezaba a ser tediosamente habitual.
Al mirar por la ventana, de nuevo las puertas del embarcadero estaban abiertas. Fue a cerrarlas y al volver hacia la casa vio a Missy en la ventana, con un enorme cerdo detrás. Corrió a verla pero la niña dormía plácidamente y, por supuesto, no había ningún animal allí.
Otra figura que los expertos calificaron de demoníaca se manifestó por dos veces en la casa, una de ellas en la chimenea, dejando su rostro impreso en los ladrillos, y luego en la habitación de los niños.
Cuando George escuchó a los niños gritar y corrió a ayudarlos, encontró una figura con capucha y una cara espantosa bajando las escaleras. Después de aquello, se marcharon despavoridos.
Hay teorías sobre las implicaciones de la mafia en el asunto que lo ponen en tela de juicio. El hecho de que encontrasen una segunda arma en la caseta del embarcadero apunta a que Ronnie tuvo ayuda, pero jamás ha hablado al respecto.
En contraposición, tanto una sensitiva que visitó el lugar como el propio padre Pecoraro, insisten en que en esa casa hay algo que no es bueno. El sacerdote sufrió varias lesiones físicas después de estar allí y a su coche le pasaban “cosas” cada vez que se acercaba a la casa.
Habrá quien dude de la historia, ampliamente llevada al cine, pero lo cierto es que el 112 de Ocean Avenue sigue sin estar habitado.
Los Lutz se sometieron al polígrafo de Good Morning America y no mentían, claro que se embolsaron una cantidad de dinero que alimentó las suspicacias.
Se olvida, no obstante, que no fueron los únicos en experimentar hechos extraños y desde luego, si lo vivieron así, tenían razones más que suficientes en apenas 28 días para salir corriendo de aquella casa. ¿Qué hubiera hecho nuestro lector?
La esencia misma del Misterio 