Testimonio de una extraña aparición recogido de los propios testigos del suceso ocurrido en el año 1693

Por Jose Manuel García Bautista

En 1693, recogida en el tomo 1 del Archivo Histórico Municipal y que nos dice: “Testimonio de una extraña aparición recogidos de los propios testigos del suceso ocurrido en el año 1693”.

Y este apasionante documento sigue su relato espectral de esta forma:

“Testimonio: Pedro Erinel, vezino de Sevilla, dixo que estando en casa de don Luis de Marín oyó dos noches consecutivas un ruido grandísimo en el jardín de la casa, tanto que parecía perderse todo, y este ruido lo oyó también Francisco Pérez, paje.

Y me dixo que parecía una gallina alborotando, o cosa de duendes y yo le dixe que aunque fuera duende, cosa de la otra vida o del infierno, que yo con cualquiera hablaría, teniendo fe en Dios y en su Santísima Madre, y con la Santa Cruz con unas reliquias que conmigo tenía. Y así me subí a la zotea para ver el jardín, y lo vi y las partes más avanzadas de la casa.

A la segunda noche se repitió y bajándome de la zotea a la cozina me senté solo en ella a beber un cuenco de agua, y me pareció que se me vandaba la vista y me oprimía y me apretó tanto que me llenó de miedo y lanzando un grito salí de la cozina llamando Jesús y María. Esa misma noche oí desde mi cama varias voces, y golpes muy parecidos a la cabada del patio”.

Este fascinante relato prosigue añadiendo:

“Y otra noche sentí afuera de la sala muy parecido al de las tres anteriores, y golpes en la puerta, las quales don Domingo Aldana Criado me dixo que también había oído con algunos golpes.

El sábado 2 de Mayo de 1693 a las nueve y media de la noche estando ya acostado sin que dexara caer la cabeza en la almohada oí la en la puerta unos golpes muy rezios, y sentí un viento muy fuerte, como un huracán desesperado y entonces me senté en la cama y vi una mujer con un hábito negro que se traslucía otra cosa blanca que había detrás de la cabeza, con puntos sobre la frente, la cara redonda, muy triste y afligida, que se paseada por la sala, y llegando cerca de los pies de mi cama, y estando cara a cara conmigo la vi clara y distinta con la luz que tenía detrás del velo, como de cristal, y le dixe: “Si vienes de parte de Dios dime qué quieres”.

Y entonces ella me respondió con viva voz: “Dile a Luis que soy la madre, que mande a decir cincuenta misas para salvar mi alma. Y que si tú no haces esta diligencia o él no manda decir las mismas viviréis muy poco”.

Cuando desapareció sentí un gran escalofrío, y se lo dije a Don Domingo Aldana. Y yo José de Aldana Criado digo que es verdad todo lo que aquí dice es cierto y así me lo dijo y por verdad de su declaración lo firmo: Firmado Francisco José Aldana Criado”.

La impresión de aquel encuentro y la maldición que pesaría sobre nuestro histórico testigo fue suficiente para que se celebraran aquellas cincuenta misas por el alma de la aparecida, pero aún tenemos un segundo testimonio que añadir a este curioso suceso de 1693, dice así:

“Testimonio II: Fray Diego Diego Pérez, digo que paro en casa de don José Aldana, y la noche del sábado 3 de Mayo al tiempo de acostarme en la sala oí un gran ruido, y sentí pisadas, y saliendo al comedor vi una mujer al mirar el balcón, y la vi solo de la cintura para arriba vestida como un ángel, con una toca de cristal la cara más redonda que larga, con las manos como dos fundas, la qual como si vigilara me estuvo mirando, desapareció, y vi entonces tres fantasmas, y para examinar lo que era fui a la sala y tomé un espadín y fui al balcón y no halle cosa ninguna; como sería de diez a once de la noche me acosté y no vi más.

La noche del día 10 de Mayo al tiempo de irme a acostar no habiendo perezón alguno con la puerta de la sala oí un golpe en la puerta misma tan grande que me he desmayado y no oí más. Por verdad lo juro por Dios y esta cruz, y para que de ello conste lo firmo de mi nombre. Sevilla 12 de Mayo de 1693. Firmado: Fray Diego Pérez”.

Si alguna vez pasean por el centro de Sevilla, sin nuestra compañía, y se sumerge en el interior del Barrio de Santa Cruz y se deja llevar por sus callejuelas sin fin en un laberinto tan intricado como la propia vida tenga cuidado…

Allí se enclava este edificio que guarda en sus entrañas el espectro de una vieja dama, de una vieja religiosa que paga la osadía con su traslucida manifestación a aquellos que no han acabado de creer en ese temido otro lado…

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