¿Conoces las pirámides de Tenerife?

Por Jose Manuel García Bautista

Hablar de pirámides evoca, indefectiblemente, viajar a la meseta de Gizá y contemplar, admirado, las tres bellas masas pétreas de Keops, Kefrén y Micerinos. Pero también en España encontré las huellas del misterio… Las huellas “piramidales” del misterio.

Tuve que viajar desde Maspalomas hasta la capital y desde allí enlazar mediante un vuelo de Binter con la cercana isla de Tenerife, cuya cúspide vulcanosa del Teide se divisa desde la misma isla de Gran Canarias.

En Tenerife no dudé en dirigirme a un enclave muy especial: a Majanos de Chacona en el municipio de Güímar al costa sureste de la isla a 30 kilómetros de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, allí están las llamadas “Pirámides de Güímar” hoy declaradas como Bien de Interés Cultural dentro del Parque Enográfico de Güímar, que además, curiosamente, están orientadas astronómicamente…

Son pirámides de construcción tipo mastaba y son sobradamente conocidos entre los arqueólogos nacionales junto al yacimiento de conocimientos que representan.

Fue de la mano del doctor Thot Heyerdahl, cuando visitó la isla, cuando se tomó en consideración su pasado. El Dr. Heyerdahl fue el encargado de realizar una intensa investigación de las pirámides de Tucume en Perú, al ver la construcción de Güímar supo de inmediato el valor del recinto arqueológico.

Al principio fueron tildadas como “acumulación de escombros” sin más utilida. Evidentemente era una visión inculta, precipitada y poco estudiada… Posteriormente se vio sus semejanzas con las pirámides de México, Perú, las mastabas egipcias o los zigurats mesopotámicos.

En el año 1991 los investigadores del Instituto de Astrofísica de canarias investigaron las extrañas construcciones y descubrieron la orientación astronómica de las pirámides.

Estas señalan a un lado la salida del Sol el día del solsticio de verano, y por el otro la salida justo el día del solsticio de invierno… ¡Todo un hallazgo!

La descripción del fenómeno estiva que realizaban era: “el Sol se oculta primero tras un saliente del borde de la caldera de Pedro Gil, reaparece por un instante al superar dicho saliente y se oculta, finalmente, por el fondo de la caldera”. Ello hizo pensar que pudieran tratarse de templos o edificaciones rituales.

Existe un documento, en este controvertido tema, en el cual se realiza la compra-venta de la finca en la que no figuran las pirámides de Güímar, en 1854, tampoco hay ninguna descripción de ellas con anterioridad, habrían de esperar al año 1881 para ser recogidas en un texto en el que se las describía. Los más escépticos en cuanto a este apasionante tema cifran o fechan su construcción entre los años 1856 y 1878.

Oficialmente las pirámides, para la moderna Arqueología, serían un amontonamiento de rocas provenientes de la limpieza de los campos cercanos, estas construcciones serían llamadas entre los lugareños como paredones, molleros o majanos.

No existen pruebas argumentales que nos indiquen, en la actualidad, que han sido construidas por los guanches.

Hoy, en el Centro Etnológico podemos encontrar dos pabellones con modelos de las barcas de Thor Heyerdahl junto con una reproducción a escala natural de la barca Ra II.

En otras salas se muestran diferentes objetos relacionados con otras culturas del mundo, destaca una escenificación de un sacrificio maya y el juego del palo canario con dos esculturas de cera representando a dos guanches.

Para Thor Heyerdahl las pirámides podrían haber sido construcciones de los antiguos guanches que habrían tenido por morada una cueva bajo una de las pirámides siendo la residencia oficial de uno de los diez reyes, o menceyes, de Tenerife hasta la conquista del archipiélago por parte de los españoles en el siglo XV. vivieron en una cueva debajo de una de las pirámides.

Hasta la conquista española a finales del siglo XV. Heyerdahl proponía igualmente que las islas Canarias habrían servido puente entre la navegación de América y el Mediterráneo siendo la ruta más rápida la de las islas Canarias que tomaría en 1492 el propio Cristóbal Colón, conocedor de esta ruta y de alguna que otra información que le hacía saber, a ciencia cierta, que más allá había tierra.

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