También el pene de Napoleón o la calavera de Descartes han pasado de mano en mano: algunos personajes han tenido un descanso eterno bastante agitado.
Por paradójico que suene, algunas biografías no terminan con la muerte. Hay personajes ilustres que, al fallecer, inician un periodo de ajetreo más frenético que sus vidas: sus restos mortales son objeto de peripecias que no encajan nada bien en la idea del reposo eterno. Bess Lovejoy, una escritora residente en Seattle, ha recopilado más de medio centenar de estas historias en su libro ‘Rest In Pieces’ (un juego de palabras a partir de ‘rest in peace’, ‘descanse en paz’, que podría traducirse como ‘descansa en pedazos’). Así presenta el volumen, recién publicado por Simon & Schuster en Estados Unidos: «Algunas de las vidas más notables de la historia han tenido sorprendentes posdatas. Cadáveres famosos han sido comprados y vendidos, estudiados, coleccionados, robados y diseccionados. Han sido utilizados para fundar iglesias, ciudades e incluso imperios. Partes de ellos han languidecido en bibliotecas y museos, en refrigeradores y archivos, en maletines ocultos bajo camas». Repasemos cuatro de esas ‘andanzas post-mortem’. Sigue leyendo